La transición hacia una movilidad descarbonizada es ineludible y necesaria, sin ninguna duda, pero no debe ser sinónimo de sacrificar la libertad y el progreso que el automóvil ofrece y sin poner en riesgo un sector industrial y comercial que es intensivo en generación de riqueza y empleo.
Las elecciones al Parlamento Europeo que se celebrarán del 6 al 9 de junio ofrecen una nueva oportunidad para decidir el rumbo de la transición en la que estamos inmersos. Aproximadamente el 80% de las leyes que nos rigen se enmarcan en la UE, lo que subraya la importancia de elegir representantes que comprendan la complejidad de legislar sobre el futuro de la movilidad.
La definición (frecuente) del automóvil como un “mal necesario” es una visión miope que puede frenar el progreso industrial y económico del continente y hacernos más vulnerables frente a terceros países. En lugar de relegar el vehículo privado a un segundo plano, independientemente de la tecnología que utilice, es necesario adoptar un enfoque integrador que priorice la eficiencia y la inteligencia en la movilidad. En este modelo, el cliente debe estar en el centro, y los distintos modos de transporte deben coexistir en armonía, es decir, una transición justa y ordenada.
Es esencial combinar las necesidades ambientales —como la calidad del aire, la lucha contra el cambio climático o la reducción de la contaminación acústica— con las demandas sociales y económicas. El acceso a la movilidad debe ser tan prioritaria como el progreso industrial, la generación de empleo al mismo tiempo que se protege el planeta.
Un problema que no se puede pasar por alto es la incertidumbre normativa que enfrenta el sector de la automoción. Casi la mitad de los potenciales compradores de vehículos han retrasado su decisión de compra debido a la confusión sobre plazos, tecnologías y normativas relacionadas con la movilidad. Este es un obstáculo crítico para avanzar en el proceso de descarbonización, porque impacta sobre la antigüedad del parque.
Hacerlo más sencillo
La Unión Europea debe responder simplificando y creando un marco legislativo amigable y que apoye sin fisuras tanto al sector como al ciudadano, promoviendo políticas incentivadoras. Es necesaria una revisión exhaustiva de la normativa vigente, con especial atención a los plazos establecidos para los próximos cinco años.
La última legislatura del Parlamento ha estado marcada por una sobrecarga regulatoria vinculada a la transición verde y digital, además de un entorno económico y laboral complejo y una alta inflación. Esto ha dificultado la labor de los empresarios, especialmente en nuestro sector, que ha enfrentado una transformación sin precedentes.
Es necesario que, en la nueva legislatura, el Parlamento resultante de las urnas, reflexione sobre si el calendario y los objetivos de descarbonización van acompañados de medidas eficaces para alcanzarlos y asegurar, así, un ritmo justo para esta transición. Deben considerar si los recursos públicos asignados para esta transformación están equilibrados y si se están cumpliendo las necesidades de todos los ciudadanos europeos.
La UE tiene que ser un modelo de éxito y sólo lo será si no hay “Europas a distintas velocidades”, también respecto a la movilidad. Sólo lo será si no se quede nadie atrás en esta transición que la UE se ha impuesto, sin estar preparada para ella, con unos objetivos mucho más exigentes que cualquier otra zona del mundo
En estas elecciones europeas, no se trata solo de elegir a nuestros representantes, sino de decidir el futuro de nuestra movilidad. La voz de cada votante es crucial para construir una Europa donde la descarbonización vaya de la mano con la competitividad, la libertad y el mantenimiento del empleo.