El último informe de la Agencia Internacional de la Energía cifra por primera vez el ahorro energético total asociado a la electrificación del transporte. La sustitución masiva de flotas impulsará el equilibrio global entre demanda energética y seguridad climática
La transición hacia la movilidad eléctrica está dejando de ser una promesa ambiental para convertirse en una palanca de transformación estructural de los flujos energéticos globales. Así lo recoge el nuevo informe técnico Global EV Outlook 2025, publicado en junio por la Agencia Internacional de la Energía (IEA). Según el estudio, el conjunto de vehículos eléctricos (incluyendo turismos, furgonetas, autobuses, camiones ligeros y motocicletas) permitirá evitar el consumo de más de 12 millones de barriles de petróleo al día en el año 2035.
El dato representa la primera estimación técnica consolidada del impacto del vehículo eléctrico sobre el mercado global del crudo. Para comparar magnitudes: el volumen desplazado por los VE en 2035 equivale a toda la producción conjunta de Estados Unidos y Noruega en 2023, o al 12 % de la demanda petrolera global prevista para mediados de la próxima década.
Una reducción progresiva que ya es medible
El estudio también cuantificó los ahorros ya registrados: en 2023, el parque eléctrico mundial permitió evitar la quema de aproximadamente 700.000 barriles de petróleo diarios, principalmente en China, Europa y Estados Unidos, donde se concentra más del 90 % de las ventas globales.
La IEA proyectó que, bajo el escenario APS (Announced Pledges Scenario, basado en compromisos regulatorios ya anunciados), el crecimiento del parque eléctrico multiplicará ese impacto por 17 en solo doce años. Esta trayectoria permitiría adelantar el pico de demanda de petróleo en el sector transporte antes de 2030, algo considerado inalcanzable hace apenas un lustro.
El desplazamiento estructural del petróleo en el transporte no solo representa una mejora ambiental, sino un cambio geopolítico profundo en el equilibrio energético internacional. Al reducir la dependencia directa del crudo importado, los países con ambiciosas políticas de electrificación, como los miembros de la UE, India o China, podrán reforzar su autonomía estratégica frente a mercados de alto riesgo.
Además, la IEA advirtió que la creciente electrificación del parque móvil reducirá la presión sobre el refino, el transporte marítimo de crudo, y la exposición a crisis logísticas internacionales como las vividas durante la pandemia o la guerra en Ucrania.
Más allá del motor: ventas, baterías e infraestructura
El impacto proyectado sobre el consumo de petróleo está directamente vinculado a la expansión esperada del vehículo eléctrico. Según el mismo informe, las ventas anuales superarán los 30 millones de unidades en 2030, frente a los 14 millones registrados en 2023. Esto supondrá una cuota de mercado global superior al 30 %.
A su vez, la demanda de baterías se multiplicará por cuatro y exigirá un crecimiento sostenido del 20 % anual en redes de recarga, así como avances regulatorios para normalizar la interoperabilidad entre países.
Lejos de tratarse únicamente de una herramienta de descarbonización, el vehículo eléctrico emerge como instrumento central de política energética internacional. Su capacidad para desplazar millones de barriles diarios de petróleo permite combinar objetivos climáticos, independencia geopolítica y eficiencia económica en un mismo vector.
Tal como sintetiza el informe de la IEA:
El vehículo eléctrico no es solo una tecnología de transporte, sino un mecanismo de ajuste estructural en la arquitectura energética global”.