Un informe de Oliver Wyman revela que los fabricantes europeos soportan los costes laborales más altos del mundo, triplicando los de los chinos. España mantiene una posición intermedia, con costes contenidos y buena productividad.
El último estudio de Oliver Wyman, “Getting Under the Hood of Automotive Labor Cost per Vehicle”, ofrece una radiografía global del coste laboral por vehículo —un indicador que combina los salarios y la productividad en las plantas de fabricación— y pone de relieve las fuertes diferencias que existen entre regiones. En un contexto marcado por la competencia asiática y la electrificación, Europa se consolida como el área más cara del mundo para fabricar automóviles, mientras que China y los nuevos polos industriales del norte de África y Latinoamérica avanzan con estructuras más ligeras y eficientes.
Europa, en el punto más alto de la escala
Según el informe, los fabricantes europeos de gama alta, como Mercedes-Benz, BMW, Audi o Jaguar Land Rover, encabezan la clasificación mundial con una media de 2.232 dólares de coste laboral por vehículo, cifra que en Alemania asciende hasta los 3.307 dólares, debido al peso de los convenios colectivos y a la elevada regulación laboral.
Por debajo se sitúan los fabricantes de vehículos eléctricos puros, como Tesla o Rivian, con una media de 1.660 dólares, mientras que los fabricantes tradicionales de volumen, como Renault, Stellantis, Hyundai o Toyota, se sitúan en torno a los 880 dólares. En el extremo inferior se encuentran los fabricantes chinos, con 585 dólares, impulsados por altas tasas de automatización, plantas nuevas y costes salariales más bajos.
España: costes moderados y buena productividad
España mantiene una posición intermedia dentro del mapa europeo, con costes laborales por vehículo que rondan los 968 dólares, según el análisis de Oliver Wyman. Este nivel es muy inferior al de países como Francia (2.067 dólares), Italia (2.333) o Alemania (3.307), y comparable al de Eslovaquia o Polonia, lo que sitúa al país en una franja competitiva en términos de coste y eficiencia.
El informe subraya que la elevada productividad y la moderación salarial han permitido a España conservar su atractivo para nuevos proyectos industriales, especialmente en la transición hacia el vehículo electrificado. Además, las inversiones en automatización y la consolidación de plantas flexibles han favorecido su papel como plataforma exportadora para Europa.
La productividad, la nueva frontera de la competitividad
El estudio destaca que el 65% del coste total de conversión de un vehículo corresponde al factor trabajo. Por ello, más allá de los salarios, la clave está en la eficiencia de diseño y de proceso (engineered hours per vehicle, EHPV).
En este terreno, los fabricantes chinos han reducido a la mitad las horas necesarias para ensamblar un vehículo respecto a los europeos, gracias a fábricas más recientes y procesos simplificados, con menos variantes de producto y tecnologías más estandarizadas. En cambio, los fabricantes europeos —especialmente los del segmento premium— afrontan una mayor complejidad industrial, con múltiples versiones, motorizaciones y equipamientos, lo que encarece sus costes y limita la productividad.
Marruecos, México y Europa del Este, los nuevos polos de bajo coste
El informe también identifica nuevos centros de producción con costes laborales incluso inferiores a los de China, como Marruecos, Rumanía y México, que se han consolidado como los principales destinos para el offshoring de los fabricantes europeos y americanos.
En Marruecos, los costes laborales por vehículo alcanzan apenas 273 dólares, mientras que en Rumanía se sitúan en 305 dólares, y en México, en torno a 414 dólares. Estas cifras explican por qué los fabricantes franceses producen ya más de la mitad de sus vehículos fuera de Francia, con el norte de África como epicentro de su estrategia industrial.
En el caso de México, la industria automovilística se ha convertido en un eje estratégico para las marcas alemanas, japonesas y coreanas, que han trasladado parte de su producción al país para mantener su competitividad en el mercado norteamericano. Turquía, aunque sigue entre los cinco países más baratos del mundo, ha visto cómo la inflación ha triplicado los salarios en los últimos tres años, acercándolos a los niveles de Japón.


