Con la presión de los grandes fabricantes, la UE se prepara para suavizar temporalmente los objetivos de CO₂. La industria clama por medidas realistas para no sacrificar competitividad ni empleo.
Votación clave en el Parlamento Europeo, la industria automotriz europea aguanta la respiración. Hoy, 8 de mayo de 2025, los eurodiputados deciden si aprueban, mediante procedimiento de urgencia, la flexibilización temporal de las normas CAFE, que regulan las emisiones medias de CO₂ de los turismos y vehículos comerciales ligeros. La medida permitiría a los fabricantes compensar eventuales excesos de emisiones anuales en el periodo 2025-2027, evitando así multas inmediatas que podrían sumar miles de millones de euros.
Este gesto legislativo, impulsado por la Comisión Europea y apoyado por los principales grupos parlamentarios (PPE, Renew y S&D), llega en un momento de máxima tensión para la industria. Las marcas europeas enfrentan una transición hacia la electrificación más costosa y acelerada que en otras regiones, en medio de una presión inflacionista, una caída de ventas de coches eléctricos en varios mercados y una competencia feroz, especialmente de fabricantes chinos y estadounidenses, que amenaza con erosionar el corazón del mercado europeo: el coche asequible.
“Europa debe salvar su coche popular”
En una tribuna conjunta publicada esta semana en Le Figaro y recogida por Le Journal de l’ Automobile, John Elkann (Stellantis) y Luca de Meo (Renault) lanzan una advertencia sin rodeos: “Europa debe salvar su coche popular”. En su texto, critican la rigidez normativa que, lejos de fomentar la competitividad o acelerar la transición ecológica, podría terminar aniquilando la oferta de vehículos asequibles, aquellos que aún representan el grueso de las ventas y del empleo en Europa.
Ambos ejecutivos señalan que la Comisión se comprometió a revisar las reglas CAFE, pero hasta ahora el compromiso político “no se ha traducido en los textos”. Las nuevas exigencias, que entran en vigor en 2025, suponen un riesgo real de sanciones automáticas para aquellos fabricantes cuyo mix de ventas supere los umbrales de CO₂. “La industria necesita un marco de descarbonización estable, previsible y que tenga en cuenta la realidad del mercado y las capacidades industriales”, afirman.
La urgencia como síntoma
La aprobación del procedimiento de urgencia por parte del Parlamento Europeo el pasado 6 de mayo permite acelerar esta votación. La propuesta en juego no modifica los objetivos climáticos de fondo, sino que da más margen de maniobra a los fabricantes para adaptarse sin sufrir sanciones inmediatas. La excepción se aplicaría durante tres años, hasta 2027, y muchos la ven como un “puente necesario” para evitar una disrupción devastadora en la industria automovilística europea.
Mientras tanto, el grupo ECR (Conservadores y Reformistas Europeos) ha propuesto extender la flexibilidad hasta 2029, pero su enmienda no cuenta con apoyo suficiente. La mayoría del hemiciclo prefiere actuar con rapidez para no retrasar aún más la entrada en vigor de esta corrección normativa.
Un futuro aún incierto: la mirada puesta en 2035
Aunque la votación de mañana probablemente se aprobará sin sobresaltos, el verdadero debate estallará a finales de este año, cuando se active la cláusula de revisión del plan para prohibir la venta de coches con motor de combustión en 2035. A la vista de la actual ralentización del mercado eléctrico, la falta de infraestructura de carga y la creciente presión del empleo industrial, varios gobiernos y eurodiputados ya han dejado entrever que podrían replantearse el calendario y las condiciones de la descarbonización del transporte europeo.
La flexibilización de las normas CAFE no es, por tanto, un giro ideológico, sino una corrección técnica en favor del realismo industrial. Una tregua. Una llamada de atención. O, como la han definido Elkann y de Meo, un gesto mínimo necesario si Europa quiere seguir produciendo coches… para los europeos.